Retos y alternativas profesionales del fotógrafo en la frontera norte de México

Por: Arq. José Luis Pariente

Hace apenas tres años que el mundo entero festejó el 150 aniversario del momento en que el diputado Arago, en su histórica intervención ante la Academia Francesa de las Ciencias y Bellas Artes, anunció el nacimiento oficial de la Fotografía. Aunque la verdad, según los testigos materiales que aún tenemos la fortuna de conservar, es que esta disciplina cuenta ya con 166 años de vida. Una nimiedad, si la comparamos con cualquier otra forma de expresión desarrollada por el hombre en su histórico devenir.

Sin embargo, y pese a tan corta edad, la fotografía ha tenido la capacidad de reflejar las emociones humanas como ninguna otra forma artística ha sido capaz de mostrar. Y también es probable, por otro lado, que no exista un campo de actividad en nuestra actual civilización, en el que este maravilloso proceso no tome parte activa. Ciencia, industria, educación, comercio, arte y comunicación, por citar tan sólo unos pocos, han hecho indispensable la utilización de la fotografía en nuestra vida diaria.

La fotografía, ese constante proceso de selección de una porción de la realidad para capturar su luminosa imagen fugaz, nos congrega hoy día en esta pujante porción de la frontera norte mexicana con objeto de conversar sobre su todavía no agotada e inconcebible capacidad para registrar la realidad; sobre su potencial para capturar imágenes de frontera que son sólo uno de los múltiples reflejos de nuestra polifacética imagen nacional.

Frontera en la que todos los fotógrafos, de una u otra forma, confrontan problemas similares ante el reto de hacer una fotografía comprometida con su realidad social, con su visión particular y con los retos que plantean los avances tecnológicos y las nuevas condiciones de un mundo también más plural.

Varios e importantes son los factores del quehacer fotográfico que han condicionado últimamente el desarrollo de esta profesión, no sólo en nuestro ámbito geográfico, sino en el mundo en general. Podríamos mencionar como los más importantes los siguientes:

a.- La evolución de la cámara fotográfica, desde los primitivos modelos de cajón hasta los complejos y sofisticados dispositivos automatizados actuales de registro electro-magnético.

b.- La creciente capacidad de registro de los materiales sensibles que utilizan el proceso tradicional de haluros de plata, que nos han permitido pasar de sensibilidades de 25 ISO a la actual tecnología de granos microfinos con índices de exposición que rebasan los 50,000.

c.- El desarrollo de nuevos medios de registro electromagnético, que paulatinamente irán desplazando a los anteriores.

d.- La evolución de una cultura visual que está cambiando, en forma acelerada, el mercado fotográfico, así como la percepción de la realidad y de nosotros mismos.

e.- El desarrollo de potentes y sofisticados equipos auxiliares, desde compactos sistemas de iluminación hasta los modernos minilaboratorios, pasando por toda una parafernalia de accesorios y aditamentos especiales.

f.- La creciente preocupación de una exigente sociedad civil por los derechos a estar permanentemente bien informada; a la que no sólo le preocupan los aspectos éticos y de veracidad, sino también los relacionados con la contaminación química y la degradación ecológica que producen los materiales fotográficos tradicionales.

¿ Cuáles son entonces, ante este enorme reto situacional, las alternativas profesionales del fotógrafo en la frontera norte de México ?

Con fines exclusivamente metodológicos, y con el ánimo de precisar algunos parámetros que nos permitan arribar a estrategias viables ante los retos planteados, podríamos considerar el campo de acción de la fotografía como una continua oscilación entre la reproducción y la interpretación de la realidad. Como un "continuum" que tendría como extremos, por un lado, la producción de fotografías con fines meramente utilitarios, registrales, de reproducción lo más fiel posible de la realidad. En el otro extremo, por el contrario, nos encontraríamos con la fotografía como medio de expresión personal, como una respuesta emotiva del ser humano ante el entorno que lo rodea y que le plantea el reto de una interpretación, o de una visión artística personal.

Si descontamos a los aficionados, que por cierto ocupan alrededor del 80 por ciento del mercado fotográfico según estadísticas de las más conocidas empresas del ramo, quienes se dedican a esta profesión podrían ser agrupados en las siguientes cinco grandes categorías, no necesariamente excluyentes entre sí:

Empezaré por citar a los fotógrafos que se autodenominan profesionales. Esto es, aquellos que viven de la profesión; que están establecidos en un estudio o empresa comercial y que se dedican a la toma de retrato, de fotografías de bodas, o de fotos comerciales o industriales, para clientes particulares o institucionales. Su visión podría ubicarse en un punto intermedio del "continuum" que hemos elegido como patrón.

El reto para este grupo de profesionales está, aparte de los problemas financieros y de administración de sus estudios, en mantenerse actualizados y responder ante las demandas de un mercado regido, cada vez más, por moda y sofisticación. Mercado, que en el caso fronterizo, incluye la abrumadora competencia del fotógrafo norteamericano con sus bajos costos de producción y la disponibilidad de equipos, materiales y procedimientos actualizados. Si bien es cierto que existen estudios fotográficos mexicanos que pueden competir en calidad y creatividad con cualquiera similar en el extranjero, la situación en nuestra frontera, salvo el caso de algunos profesionales en las ciudades principales de estos Estados, es muy precaria. Con equipos obsoletos, escasa o nula formación profesional y con una visión estética decimonónica, con exceso de pose y retoque, una gran cantidad de familias mexicanas, (porque el estudio es la más de las veces una empresa familiar), viven en la frontera del negocio fotográfico profesional.

Ante la necesidad de actualizar sus conocimientos, y de estar al dia en los avances tecnológicos, estos fotógrafos, en forma cada vez más acelerada, han tratado de agruparse en forma profesional. La Sociedad Mexicana de Fotógrafos Profesionales, A.C., la más importante en el país y única a nivel nacional en su ramo desde hace más de diecisiete años, reunió en su pasada convención en la Ciudad de Morelia, Michoacán, a más de mil participantes en las diversas actividades fotográficas. La Asociación trata de mantener a sus miembros informados del acontecer fotográfico profesional, con el apoyo de las empresas comerciales líderes en este mercado, si bien su mayor debilidad estriba en la dispersión geográfica de sus agremiados.

Un segundo y nutrido grupo de fotógrafos, más cercanos a la reproducción fiel de la realidad, lo constituyen los fotoreporteros o reporteros gráficos. La problemática en este sector puede concentrarse en los aspectos laborales, de ética periodística y de formación profesional. Salvo el caso de fotógrafos reconocidos y que trabajan en las principales agencias o diarios ubicados en el Distrito Federal o en ciudades como Monterrey o Guadalajara, la situación laboral de los reporteros gráficos en la frontera deja mucho que desear. La gran mayoría de ellos no cuentan siquiera con los más elementales conocimientos de fotografía, y en muchos casos fueron prácticamente promovidos, desde los puestos más humildes del periódico, a su actual profesión. Una rápida ojeada de los diarios fronterizos permite detectar fotografías en su mayor parte descontextualizadas, insertas en un atroz diseño de página, mal impresas, con pies que no corresponden a la imagen o que no aportan ningún valor agregado a la misma y, salvo muy honrosas excepciones, sin créditos para el fotógrafo que las tomó.

Más cercanos al otro extremo de nuestra línea imaginaria estarían aquellos fotógrafos que tratan con el lado estético de la fotografía como preocupación fundamental. Nuestra mal denominada fotografía de autor (¡ como si las demás se dieran por generación espontánea !), goza ya de un bien ganado prestigio, tanto en el país como en el extranjero, gracias en gran medida al Consejo Mexicano de Fotografía, que se ha encargado de promover a sus miembros y de organizar coloquios, muestras y exposiciones a nivel continental. Sin embargo, la fotografía artística en nuestra frontera es una actividad más bien marginal. Desarrollada fuera de los límites de la capital del país, descuidada, cuando no ignorada por el Consejo Mexicano, sólo hasta fechas recientes ha comenzado a recibir atención por parte de instituciones oficiales como el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, o el Programa Cultural de las Fronteras.

Los fotógrafos de sociales, quizás los más desprotegidos del gremio en todos los sentidos, tanto laborales como de formación profesional, realizan una callada pero eficiente labor de registro fotográfico de la realidad en nuestras ciudades y poblaciones de frontera. Cronistas de lo cotidiano, se desplazan de boda en boda, de bautizo en bautizo, pasando por cumpleaños, velorios y fiestas de "sociedad", para testimoniar, en apresuradas tomas, los diversos roles sociales de nuestra mexicanidad. Agrupados en forma sindical por la Federación de Fotógrafos y Camarógrafos de Prensa y Sociales, están agremiados a la C.T.M. y comparten con los demás sindicatos de esta central, sus mismos problemas y limitaciones. Sin duda son, en términos generales, los de más bajo nivel de escolaridad, y tratan de defender sus precarias fuentes de trabajo con mecanismos más propios de un sindicalismo mal entendido, que con calidad fotográfica o profesional.

Podríamos mencionar una quinta y última categoría, muy heterogénea en su composición. Estarían en ella comprendidos, por citar sólo algunos, los aficionados a la fotografía que se encargan de estas actividades en diversas dependencias oficiales, como los médicos en los hospitales o centros de salud; o los maestros universitarios que utilizan la fotografía como un instrumento didáctico auxiliar. Con mejores niveles de escolaridad terminan, a veces, por militar en alguna de las categorías antes mencionadas.

Pero si queremos hablar de las imágenes fotográficas en la frontera no sólo debemos referirnos a los fotógrafos. Habría también que hablar del otro lado de la imagen: del lado del observador. Y aquí el problema se torna más abrumador.

Problema generado, en gran medida, por la falta de exposición a formas de alto contenido artístico por parte de los pobladores de nuestras ciudades fronterizas. Situación que propician, entre otros factores, la ausencia de buenas galerías, la circulación de revistas y periódicos con mala o nula calidad fotográfica, la falta de publicaciones acerca de la fotografía nacional, y la tradicional fealdad urbana, que aunada a un alto índice de contaminación visual, es propia del paisaje de nuestras poblaciones de frontera.

Ante este crítico panorama se hace imperiosa la necesidad de proponer algunas estrategias que permitan conciliar los retos que las nuevas condiciones sociales y tecno-económicas del entorno fronterizo plantean a las capacidades y potencialidades de los fotógrafos en la región. Sólo en forma constructiva se justificaría nuestra presencia en este encuentro, y sólo con propuestas viables para su realización tendría sentido el esfuerzo que el Programa Cultural de las Fronteras y nuestros anfitriones están llevado a cabo al convocarnos el día de hoy en esta tan necesaria reunión.

La primera estrategia, obviamente, sería la educativa. Sólo una estrategia educativa con visión prospectiva podrá ofrecer algunas alternativas de solución para los problemas aquí esbozados. La enseñanza de la fotografía en México, (en donde por cierto, la Secretaría de Educación Pública ni siquiera reconoce a la fotografía como una profesión), se limita a los cursos aislados que algunas Universidades ofrecen como parte de la currícula en carreras como las de Relaciones Públicas, Diseño Gráfico, Periodismo o Comunicación; los que se imparten en el Centro de Capacitación de Kodak Mexicana; o los cursos y seminarios que ofrecen las agrupaciones profesionales relacionadas con el ámbito de la fotografía. Con reservas menciono las escasas y de dudoso profesionalismo academias o escuelas que se anuncian como instituciones seudo-educativas en este campo.

En contraste con lo anterior, el año pasado, precisamente en este mes de mayo, una conocida empresa fotográfica trasnacional, abrió al público, en Camden, en el estado de Maine, el Centro para la Producción Creativa de Imágenes, una institución para el aprendi- zaje en donde se fusionan el arte y la tecnología, basada en la utilización de los nuevos dispositivos digitales, y en donde la fotografía ocupa un primerísimo lugar en la currícula. En su programa inaugural ofrece al público más de cien cursos regulares, amén de diversos programas de fin de semana.

Es imperioso, por tanto, el reconocimiento de la profesión fotográfica por parte de las autoridades educativas de este país, y la creación, a cargo de instituciones tanto públicas como privadas, de carreras técnicas y profesionales en los diversos campos de aplicación de la fotografía. Existe el mercado, existe la demanda; existen, inclusive, los recursos: sólo falta la voluntad.

La segunda estrategia que queremos sugerir estaría orientada hacia la optimización de la infraestructura cultural instalada en la frontera norte del país. La integración de un corredor fotográfico con las galerías y espacios de exhibición ya existentes a lo largo de la frontera, contribuiría al mutuo conocimiento y a servir de escaparate para un mercado potencial, tanto nacional como extranjero, de nuestra producción fotográfica regional, amén de propiciar en el público una cultura fotográfica de calidad. No hay que olvidar que el ojo necesita primero ver, para después re-conocer.

En apoyo a esta sugerencia, y en mi carácter de Director General del Centro Cultural Tamaulipas, hago una formal solicitud a las autoridades del Programa Cultural de las Fronteras para que acepten coordinar esta propuesta. Y con el ánimo de hacerla operativa, deseo ser el primero en ofrecer las instalaciones de nuestra institución, en especial nuestra moderna y espaciosa Galería, para que se programen en ella exposiciones periódicas e itinerantes de los fotógrafos fronterizos, empezando por nuestros colegas presentes en este encuentro.

La tercera estrategia tendría que ver con la difusión de la obra fotográfica, en especial allende nuestras fronteras. Campañas de difusión, y sobre todo la impresión y publicación de la obra, de catálogos y directorios de los fotógrafos interesados, pondría la información en el mercado para los clientes potenciales de estos servicios. La reciente iniciativa del Programa Cultural de las Fronteras para la creación y difusión de su Catálogo de Artistas Fronterizos es un atinado paso en esta dirección. La regionalización de las actividades de otras instituciones, como el Consejo Mexicano de Fotografía, también podría contribuir a erradicar un centralismo que debe ser ya superado en nuestro país.

La cuarta estrategia estaría relacionada con los aspectos de investigación y publicación de trabajos desarrollados por fotógrafos mexicanos acerca de la fotografía mexicana. Si de algo carecemos en México en este campo es de publicaciones. No me refiero a libros de fotografías, de los que afortunadamente ya empezamos a contar con ejemplares importantes, como la colección Río de Luz, sino de libros acerca de la fotografía. Salvo las honrosas excepciones de revistas como FOTO FORUM, o algunos artículos publica-dos en la revista de Bellas Artes, o los que se deben a la pluma de críticos connotados, como Carlos Monsiváis o Raquel Tibol, casi todo lo que se lee en este país acerca de nuestra profesión no son más que traducciones de textos en inglés.

Habría que implementar un ambicioso programa, en coordinación con algunas editoriales prestigiadas en el país, para promover que nuestros fotógrafos se dedicaran, aparte de hacer fotografía, a escribir sobre ella. Muchos de los aspectos históricos, sociológicos, artísticos, técnicos, económicos, administrativos, periodísticos, de conservación, etc., de la fotografía en México están aún en espera de ser escritos. Y no comulgo con la idea de que los fotógrafos se expresan sólo con imágenes. Aceptarlo sería descalificar la obra escrita de Nadar, de Moholy-Nagy, de Feininger, de Steichen, de Adams, o de White. Y sólo cito los que ahora me vienen a la memoria.

En estos tiempos de Tratados de Libre Comercio, una estrategia complementaria, de apoyo crediticio, refaccionario y de avío, para los negocios fotográficos, realista y simplificada, en donde las instituciones bancarias aceptaran como garantías hipotecarias no sólo los bienes inmuebles como lo hacen en la actualidad, sino otro tipo de activos, o incluso modalidades más creativas, harían más efectivos los programas de apoyo a la micro y pequeña industria que instituciones como Nacional Financiera se esfuerzan por implementar.

Por último, una sexta y última estrategia que queremos sugerir, tiene que ver con la creatividad, la calidad y la ética de nuestro trabajo profesional. Si queremos elevar el nivel de nuestra profesión debemos acostumbrar al público a una fotografía más ética y mejor. Sólo viendo buenas fotos se exigirá más calidad. Debemos abogar por una fotografía más profesional. Y al hablar de profesional no me refiero sólo a vivir de la profesión, sino a dedicar nuestra vida a su mejoramiento y superación. Con auténtica vocación. Con el convencimiento de que aunque sólo hayan transcurrido poco más de 160 años desde su creación, la fotografía es, hoy por hoy, un poderoso instrumento de comunicación, que si bien puede estar al servicio de la verdad, también puede mentir más que mil palabras. Por eso es tan importante una ética y un compromiso profundo con la vocación. Pero, sobre todo, porque hoy por hoy la fotografía sigue siendo nuestro más extraordinario medio de expresión: el arte de nuestro siglo, diría yo.

Cd. Victoria, Tamaulipas, primavera de 1992


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