Prólogo para un libro de Francisco Ramos Aguirre

Por José Luis Pariente

 

Escribir el prólogo para un nuevo libro de Francisco Ramos Aguirre, esta vez sobre el corrido, es una tarea doblemente placentera. La amistad con el autor, y el tema abordado en esta ocasión, dan oportunidad para hablar brevemente de ambos: del autor y de la música.

No es la primera incursión de Paco en este campo. De huapango en huapango y de corrido en corrido, Francisco Ramos se ha ido adentrando, siempre a bordo de la palabra, en la ancha y absorbente mar de la música.

Aborda en esta ocasión un género musical que, independientemente de sus orígenes hispanos, se ha convertido por derecho propio en una expresión auténticamente mexicana: el corrido. Expresión de un pueblo que canta a sus héroes, a sus personajes cotidianos, a sus caballos y contrabandistas, a sus ciudades todas.

El trabajo pretende, fundamentalmente, un rescate literario de la lírica popular que se canta y se toca en Tamaulipas y, dentro del Estado, en su frontera Norte. Al mismo tiempo, se presentan unas breves biografías de algunos de los autores más significativos en este género, consciente su autor de que muchos de ellos han pasado desapercibidos en el panorama cultural del Estado. Algunos de los incluidos no son propiamente músicos, sino historiadores o cronistas, como pueden ser los casos de Florentino Cuellar o Eliseo Paredes Manzano.

El material seleccionado proviene, en algunos ejemplos, de entrevistas directas de Francisco con los autores, lo que añade un valor especial a la información, como es el caso del recientemente fallecido y estimado maestro Francisco Flores Sánchez, a quien los victorenses, y los tamaulipecos en general, le deben no pocas de sus obras musicales más populares.

Especial atención merece el capítulo dedicado a los corridos y el cine, por la influencia que este medio de comunicación tiene en la frontera y su amplia aceptación tanto de este lado como del otro del Río Bravo, donde la cultura chicana, fuertemente arraigada al campo, sigue identificando al corrido como una de sus manifestaciones más propias, ya sea que se interprete con guitarras de caja o eléctricas. Los chicanos, conscientes de su impacto cultural, lo han convertido, frecuentemente, en un instrumento ideológico de lucha en la reivindicación de sus derechos civiles

No hay que olvidar que el corrido, que surge ya como género en el México revolucionario, de la mano de adelitas y guerrilleros, cumplió desde ese entonces una función social perfectamente establecida. Era el medio de información ideal para una gran masa analfabeta que, por medio de él, sabía de los acontecimientos nacionales y locales, sobre todo en las pequeñas comunidades más aisladas, en donde, por cierto, formaba opinión y resaltaba las virtudes y la valentía de los héroes populares en contraposición al gran enemigo que, muchas de las veces, era el propio gobierno.

Lleno de consejos y moralejas, el corrido sigue hoy día cantándole a sus mismos temas, si bien en algunos casos se ha hecho urbano, y en palabras de escritoras como Altaír Tejeda de Tamez, lo mismo le canta a Victoria, que al ejido Yerbabuena, por citar solo un ejemplo.

Es reconfortante observar cómo escritores jóvenes, pero con la madurez de Francisco Ramos Aguirre, dedican el tiempo que les queda, entre verso y verso, al rescate de lo que es genuinamente nuestro. A lo que irremisiblemente se perdería si no se hicieran esfuerzos como el presente para ponerlo por escrito, para acotarlo, para dejarlo como testimonio. Y es loable el apoyo que instituciones como nuestra Universidad Autónoma de Tamaulipas, a través de la Subdirección de Extensión Universitaria, le brindan a estos escritos para que lleguen a la imprenta: para que se materialicen. De otra manera, el destino de esos viejos cantares populares sería el olvido, al paso de generaciones que cada vez van haciendo menos suyas las expresiones originarias de su tierra.

 
Arq. José Luis Pariente F.
Director General del Centro Cultural Tamaulipas.

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