Comentarios a la obra de Laura Casamitjana

Por José Luis Pariente

 

¡ Qué pena no ser poeta !

Qué pena no tener la palabra llena de colores,
para pintar a Laura Casamitjana con su propia paleta;
para poder hacerle juego a sus peces y bodegones.
Porque Laura es toda color, toda naturaleza.
Y no es fácil, sin ser poeta, escribir acerca de sus creaciones.

Laura Casamitjana es una joven, pero madura, artista tamaulipeca, que se ha hecho, obra tras obra, pegada al oficio. Diseñadora, excelente diseñadora de profesión, la pintura ha rebasado, no obstante, su primigenia vocación. Por los recovecos de sus grabados, serigrafías u óleos, su pez sandía, hijo intelectual que siento de Escher y Archimboldo, navega incesantemente entre un mar de sillas y ventanas.

Mexicanísima catalana, Laura tiene un algo de románica y un mucho de tropical. Su amor por conchas y caracolas engalanan de aretes y collares su diario vestir, repleto de huipiles y batas: verdes, como el color de sus ojos; rosas mexicanos, como el alma de sus sandías, azules, morados, y algún que otro cantarino amarillo, que en contrapunto repite el reflejo de sus cabellos.

Toda naturaleza, toda color. Para poder saborear plenamente la obra de Laura hay que amar a la naturaleza; hay que tener un fino instinto para la composición; hay que saberse llenar de color.

Es por eso, que al escribir estas líneas, sienta pena por no tener llena de versos mi paleta; para poder, con los colores de la propia naturaleza, cantar con justicia la obra de esta pintora, también poeta.

Es por eso que siento pena por no ser, yo mismo, poeta.

¡Qué pena no ser poeta !

¡Qué pena !

 
Arq. José Luis Pariente F.
Cd. Victoria, Tam., Enero de 1991

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