En su edición número 1565, del 29 de octubre, 2006, el semanario PROCESO (Ciudad de México, www.proceso.com.mx), publica el artículo intitulado FIC: Turismo musical, del compositor musical mexicano Eduardo Soto Millán, sobre el estreno mundial de BEETHOVEN VISITA MÉXICO, collage en cinco partes para solistas vocales, solistas instrumentales , coro mixto y orquesta sinfónica, de Sergio Cárdenas (http://academia.uat.edu.mx/seriscarta), artículo que a continuación se reproduce:

FIC: Turismo musical
Eduardo Soto Millán  

GUANAJUATO, GTO.- En su edición número 34, el Festival Internacional Cervantino tuvo lugar del 4 al 22 de octubre con una programación en la que el Reino Unido fue, esta vez, el país invitado  de honor, y el estado invitado de honor fue Chiapas. Dentro de la programación musical, uno de los conciertos de mayor interés lo constituía, desde el principio, el estreno mundial de Beethoven visita México, obra de Sergio Cárdenas (Ciudad Victoria, Tamps., 1951) compuesta por encargo del festival.

Para solistas vocales e instrumentales, gran coro mixto y orquesta sinfónica, Beethoven visita México es una suerte de collage que, a su vez, no se trata sino de una obra más de esta actual etapa creativa de Cárdenas que es susceptible de ser considerada cúspide, antes de dar posible inicio hacia otros rumbos con la brújula de sus fantasías sonoras.

En efecto, en tanto que revisa, recopila y sintetiza el cúmulo de cognación musical e influencias, intereses (musicales, artísticos), y con ello, de inquietudes de vida, la de Cárdenas es hoy una música no tangencial ni superflua, sino una “auténtica expresión auténtica”.

Sergio Cárdenas refrenda de nuevo la convicción de su discurso artístico que no es otra cosa que la consecuencia, en reciprocidad análoga, de su discurso, precisamente, existencial. Su posición estética es su posición de vida. Ahora más que nunca, en sus obras recientes, el compositor tamaulipeco agrega un cause lúdico, tan atractivo (por principio) como contrastante en el contexto de sus monólogos –¿o son diálogos?– musicales.

Con textos de Dyma Ezban, Friedrich Schiller, Amado Nervo, Jesús Elizarrarás y de Guty Cárdenas, Beethoven visita México está integrada por cinco partes que conservan entre sí unidad y, al mismo tiempo, autonomía. Estas son: I. Así es Tamaulipas, para la orquesta sola; II. Caminos… ausencias, con violín solista; III. Los caminos de la tempestad y de los himnos, con rapero solista; IV. No sé qué tienen las flores, sólo para la orquesta, y V. Serenidad del solitario en la alegría, con dos solistas, primero piano y después tenor.

Es necesario señalar que por las características de la obra, obviamente la Alhóndiga de Granaditas, donde tuvo lugar el concierto, no era el foro adecuado, con todo y el equipo de amplificación que, lejos de ayudar a la complejidad del cuerpo sonoro vocal-orquestal, ciertamente lo amplificó pero, al contrario, aplanó y unidimensionó la fuente; dejó un Beethoven “chato”. Por tal motivo, ya de entrada, no fue posible apreciar la obra en su total dimensión.

No obstante, Sergio Cárdenas dejó clara su intención, y me parece que esta vez su oficio estuvo al servicio de un balance con preponderancia hacia la concesión, hacia las citas fáciles (es decir, seguras en cuanto a su encuentro con la percepción popular) y, con ello, hacia la complacencia.  Es en este sentido que la obra cumplió con satisfacción sobrada.

Así pues, Beethoven visita México es más bien un libre juego –armado con destreza y sabiduría– de citas en cadena y superpuestas con extractos de obras beethovenianas (más conocidas), y de piezas populares mexicanas.

La dirección estuvo a cargo del propio compositor al frente de la Orquesta Sinfónica de Xalapa, del Coro de la Universidad Veracruzana (cuyo director titular es David Arontes) y del Coro de la Escuela Nacional de Música de la UNAM, que dirige José Antonio Ávila; todos ellos desempeñando un papel adecuado.

Sin embargo, la participación de los solistas (así mismo, todos mexicanos) contribuyó al éxito de la noche, especialmente la gran pianista Guadalupe Parrondo, el sorprendente joven violinista Francisco Ladrón de Guevara (cuyo talento no ha sido aprovechado en nuestro país), y al no menos prestigiado tenor Alfredo Portilla. Claudio Valdés Kuri lució como un rapero sintético.

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