Presentación del libro de Sergio Cárdenas Estaciones en la música

Dr. José Luis Pariente F.

Tampico, Tam. 10 de octubre de 2000



La apreciación musical

Hablar sobre el libro de Sergio me obliga, necesariamente, a enmarcar su obra dentro del contexto de un tema que ha sido mi pasión desde que tengo, casi, uso de razón: me refiero a la apreciación musical


Los antecedentes.

Los especialistas en este asunto atribuyen la publicación del primer tratado sobre el tema al suizo Hans Georg Nägeli, quien en 1824 dio varias conferencias en distintas ciudades alemanas. Un año más tarde publicó sus “Lecturas en música con particular consideración para los aficionados” (Vorlesungen ueber Musik mit besonderer Berücksichtigung der Dilettanten). En 1830, Fétis, destacado musicólogo belga, publica “La música al alcance todo el mundo” (La musique mise à la portée de tout le monde).

Años después, en 1880, Ridley Prentice, profesor de la Royal Academy of Music, inició una serie de conciertos populares en diversos suburbios de Londres, denominados Monthly Popular Concerts y Twopenny Concerts, y produjo una serie de libros (seis grados de ellos), llamados The musician, diseñados para ser: “una guía y compañera del estudiante de piano ... que le ayudará a entender la música mejor y, consecuentemente, disfrutarla más”.

En 1895, en una reunión de la Musical Association (Bran Bretaña), el norteamericano Waldo Pratt decía en una ponencia que la apreciación musical debería ser incluida en los programas de estudio educativos. A pesar de lo anterior, es triste reconocer que han pasado ya prácticamente cien años y aún seguimos ayunos de esta recomendación, por lo menos en lo que a nuestro país se refiere. He llegado incluso a sospechar, junto con Sergio, de alguna malévola conspiración de nuestras autoridades educativas en contra de la música.


El siglo XX

Retomando el hilo de los antecedentes, ya bien entrado el siglo pasado, y con el auge de la radiodifusión y la producción de la música grabada, los cursos de apreciación musical se vuelven materia más común en las universidades del viejo mundo y de las norteamericanas. Así lo demuestran los libros escritos por eruditos como David D. Boyden, profesor de la Universidad de California, en Berkeley, titulado “Una introducción a la música”, o los profesores Joseph Machlis y Roger Kaimen, ambos del Queens College de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, que acompañaron sus libros de partituras y de espléndidas grabaciones con un diseño didáctico especialmente pensado para complementar los capítulos de sus libros.

Para esa época, la crítica especializada en los periódicos contribuía ya en buena medida a la divulgación de la música. Harold C. Schonberg, del New York Times, por citar un ejemplo, desde la década de los 60 escribió sendos volúmenes, más de corte biográfico, dedicados a Los virtuosos, Los grandes compositores, Los grandes pianistas o Los grandes directores. O los eruditos, como Roland de Candé, autor de una impresionante Historia de la Música, cuya Invitación a la música. Pequeño manual de iniciación, marcó todo un hito en esta especialidad.

Pero no sólo los críticos musicales y los especialistas se han dedicado a escribir libros de apreciación musical. Los mismos compositores lo han hecho, más a menudo de lo que los propios músicos suponen. Destacado es el caso de Berlioz, con su biografía de Beethoven o la romántica biografía de Bach del premio Nóbel de la paz, el doctor y también músico, Albert Schweitzer. O de compositores más recientes, como Stravinsky, con su Poética musical, Béla Bartok con sus Escritos sobre música popular o Leonard Berstein, que tanto hizo por la divulgación de la música en su país, desde sus programas televisivos a sus libros dedicados a los conciertos para jóvenes o su Joy of music, o Aaron Copland, con su importante volumen Cómo escuchar la música.

Intérpretes distinguidos, como Yehudi Menuhin y Giacomo Lauri-Volpi, o directores de orquesta, como Stokovsky, no han escatimado tiempo de sus apretadas agendas profesionales para escribir importantes obras para una mejor comprensión y apreciación de la música.


La apreciación musical en México

En nuestro continente destaca, como una importantísima figura en estos menesteres, la del escritor Alejo Carpentier, que en todos sus libros trasluce su musicalidad y que escribió, aparte, una importante historia de la música en Cuba.

Ya en nuestro país, si bien en la década de los 60, Carlos Chávez publica su Pensamiento musical -curiosamente, editado originalmente en inglés por la Universidad de Harvard-, los libros de apreciación musical tardaron mucho en hacer su aparición. Es hasta los años 80 que Jomi García Ascot publica Con la música por dentro. En esos años pudimos también tener acceso en México a la obra del eminente crítico y musicólogo catalán Manuel Valls Gorina.

Unos años más tarde, Juan Arturo Brenan escribe Cómo acercarse a la música y ese mismo año, la UNAM recopila los artículos periodísticos de Jorge Velasco para integrarlos en un volumen que lleva por título, a semejanza del de García Ascot, La música por dentro.

A finales de la década, y con un corte más bien biográfico, José Antonio Alcaraz escribe ... en una música estelar, que lleva por subtítulo de Ricardo Castro a Federico Álvarez del Toro, y en donde incluye una breve alusión a una obra de Sergio Cárdenas: el Salmo XXIII. En 1991, Fernando Díez de Urdanivia, promotor cultural que en diversas ocasiones nos ayudó a gestionar espectáculos en Tamaulipas, específicamente en el Centro Cultural, publica Mi historia secreta de la música.


Estaciones en la música

Es precisamente en esta creciente corriente de libros en la que se ubica Estaciones en la música, de Sergio Cárdenas. El libro, como el propio Sergio lo describe, es una colección de breves relatos, ensayos, traducciones e, incluso, una composición, todos ellos estructurados con el balance y equilibrio de un buen programa de concierto.

En su prólogo, Juan Villoro afirma que “Cárdenas tiene dos parcialidades declaradas: la música alemana y la mexicana.” Yo le añadiría una tercera, y sin nacionalismos: la música coral, producto, quizá, de su temprana experiencia con su familia, todos ellos amantes del canto, en el coro victorense Jorge Federico Haendel. Y para muestra un botón: la pequeña joya que engalana su libro en las páginas finales: el madrigal para coro mixto a capella sobre un poema de Octavio Paz.

Los contenidos del libro no dejan duda de estas preferencias. Sin embargo, Mozart y Bruckner se llevan la palma, con cinco artículos dedicados a cada uno de ellos. La relación con Mozart no es de extrañar para cualquiera que conozca la trayectoria musical de Sergio y su paso destacado por el Mozarteum, incluyendo la medalla Lilli Lehmann que le otorgó la fundación cultural de esta institución. La de Bruckner, no obstante, podría escapar a aquellos que no conocen la profunda religiosidad de Sergio -religiosidad que va, por supuesto, allende de lo meramente litúrgico para acercarse más a lo cósmico- y, por ende, su natural empatía con el hombre que llevó la producción sinfónica a una de sus mayores alturas: Anton Bruckner.

La amistad y la música mexicana, por supuesto, acaparan el siguiente bloque importante de artículos, y aquí las preferencias delatan, nuevamente, la calidad humana de Sergio y la deferencia con sus amigos: Dos homenajes póstumos: uno al maestro, al genial Sergiu Celibidache; otro, al amigo, a Manuel Enríquez, para quien Sergio ha orquestado varias de sus obras. E incluida entre los grandes amigos no podía faltar la Parrondo (“uno de los más afortunados encuentros que he tenido en mi vida”, como la describe Sergio), y a quien tuvimos la fortuna de disfrutar en el Teatro Amalia G. de Castillo Ledón, bajo la batuta de Cárdenas, acompañados por su querida Filarmónica del Bajío.

En un apartado especialmente interesante, porque nos permite ahondar en las motivaciones y sueños del autor, Sergio recorre las calles y espacios de su querida ciudad natal, en el prólogo que escribiera para mi propio libro Tema y variaciones -nuevo gesto de amistad-, para hablarnos de la precaria situación musical de nuestro entorno o reflexionar sobre la educación musical en México, en un artículo al que, sin ningún rubor, titula Sinfonía Patética.

Y más patéticos resultan aún sus últimos relatos, en donde nos cuenta la desdichada historia de una pujante y exitosa orquesta que fue asfixiada por la burocracia y la estrechez de miras, pero que obstinadamente se negó a morir, porque como dije en otra alusiva ocasión, las buenas orquestas nunca mueren, sólo dejan de sonar.

Y Sergio se ha encargado de que la música no deje nunca de sonar, reiterando con esta obra su profunda convicción de que la apreciación musical puede ser también la mano amorosa que propicie un primer encuentro, para dejar que sea la propia música la que se encargue del resto. En Alemania o en México, Sergio sigue rescatando la esencia de la música, ya sea con la batuta o con la pluma. A fin de cuentas el instrumento es lo de menos cuando se tiene algo que decir.

Y se lleva Ciudad Victoria a Berlín, en la voz de un rapero, para cantarle a Tamaulipas; o retorna de Alemania a Victoria, en el aniversario de su ciudad, para presentar “Estaciones en la música”. Y no contento con eso, se dedica al mismo tiempo a grabar sus propias traducciones del gran poeta alemán: a leer a Rilke, en español. Una nueva estación en la música y en la trayectoria intelectual de Sergio Cárdenas. Bienvenida sea.

Muchas gracias por su atención.



Mozart 5 (una traducción de Cioran y otra de Hans Kung)
Bruckner 5 (una traducción de una entrevista con Alma Mahler)
Schubert 2
Beethoven 2 ( una traducción de Cioran)
Brahms 2
Richard Strauss 2 (una traducción de Hermann Hesse)
Mahler 1 (traducción de Kurt Blaukopf)
Johann Strauss 1
Gerhard Winberger 1
Bach 1 (traducción de Cioran)
Schumann 1 (traducción de Hermann Hesse)
Celibidache 1
Músicos e intérpretes mexicanos 4 (Carrillo, Enríquez, Esperón, Parrondo)
Didácticos ¿Filarmónica o sinfónica?
Vivencias personales Para vivir en una isla. Buscando oportunidades para la música. La emoción del canto coral. Filarmónica de Querétaro.
Crítica Comentarios sobre la educación musical en México (Sinfonía patética). Apéndice (La cultura es también un factor productivo).
Madrigal Para coro mixto a capella, sobre un poema de Octavio Paz . (pág. 108)

Referencias bibliográficas