- Sólo somos boca. ¿Quién canta del lejano corazón
- que permanece sano entre todas las cosas?
- Su gran latido se nos ha repartido
- en pequeños latidos. Y su gran dolor
- es, como su gran júbilo, demasiado grande para nosotros.
- Así, continuamente nos arrancamos de nosotros mismos
- y somos siempre boca. Pero de pronto irrumpe
- secretamente en nosotros el gran latido del corazón.
- Y entonces devenimos esencia, transformación y rostro.