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Rosa, tú la entronizada,
- que para los de antaño eras un cáliz con bordos sencillos.
- Pero para nosotros eres la flor innumerable,
- el objeto inagotable.
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- En tu riqueza pareces atuendo sobre atuendo
- que viste un cuerpo que es todo brillo;
- pero un sólo pétalo tuyo es a la vez lo evitable
- y la negación de cada atuendo.
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- Tu perfume nos menciona desde siglos
- sus nombres más dulces;
- de pronto yace como gloria en el aire.
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- Y sin embargo, no sabemos nombrarlo, lo adivinamos...
- y el recuerdo se va hacia él,
- el recuerdo que imploramos en horas memorables.