El alma del trovero

Por: Arq. José Luis Pariente F.

 

El huapango, voz derivada del náhuatl, según la mayoría de las opiniones autorizadas, baile sobre una tarima o tablado, según esa indígena voz, se está extinguiendo. Versión regional de la antigua trova y los bailes populares españoles, salpicado de influencias indígenas y de otras etnias, ha campeado por la región costera del Golfo de México extendiéndose a la Huasteca donde, identificado con la cultura mestiza, se asoció con las fiestas paganas como forma de recreación popular a través del baile, la música y el canto.

 

Musicalmente caracterizado por su riqueza rítmica, se acompañaba originalmente por el arpa y la jarana, aunque su versión más actual y tamaulipeca es la combinación de violín, jarana y guitarra quinta o guapanguera. De humilde origen, ha pasado de acompañante de festejos a escalar las vertientes de la música sinfónica, para llegar, en la versión del jaliciense Pablo Moncayo, a convertirse en el HUAPANGO, universal exponente de la primigenia y modesta danza.

 

Pero se está extinguiendo; por eso son tan importantes los esfuerzos que se hagan para rescatar su legado y transmitirlo hacia otras generaciones; por eso es tan importante que la Jaula de Oro lo aprisione entre sus versos y lo difunda a los poetas y los músicos, para que sus quintillas resuenen en el aire, y se desamarren los falsetes cuando el agudo sonido del violín se mezcle con el azote de la guitarra y la bravía voz reclame con arrogancia: “La huasteca está de luto, se murió su huapanguero; ya no se oye aquel falsete que era el alma del trovero.”

 

 

Prólogo a la “Antología del Huapango Tamaulipeco”, Recopilación de Francisco Ramos Aguirre. La Jaula de Oro, No. 7. Editada por el Departamento de Información y Difusión de los Servicios Coordinados de Educación Pública en Tamaulipas, Cd. Victoria, Tamaulipas, febrero de 1987.

 

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